Y no te culpes por no haberte dado cuenta: yo con Sira, la primera vez, no le noté nada hasta que de repente una tarde empezó a toser que parecía que iba a echar los higadillos, y esa noche nos las pasamos las dos sin pegar ojo. Al día siguiente, al veterinario corriendo: un fiebrón tremendo, los pulmones agarrados... todo un poema. Y hasta el día anterior no había tenido ni medio síntoma

Eso sí, esta tragona no perdió el apetito ni cuando más malita estaba. ¡Buena es ella, como para dejar de comer!
